El Poder de Reconocer, Reconocerte y Reconocernos.

Reconocer es una palabra que llama la atención; es un palíndromo, se lee igual al derecho o al revés. Ahora bien, más allá de sus fonemas y del juego de las letras. Marca una intención, distinguir o identificar a una persona determinada, en este mundo de las relaciones humanas.




En el día a día conocemos personas, algunas pasan al olvido porque no tienen significancia para nosotros; otras, sencillamente las reconocemos, permanecen en la memoria, por algún detalle, asociación o situación particular vivida.

Reconocemos en las personas características físicas, aun cuando el tiempo se haya encargado de transformarla. Los hábitos y costumbres, también, llegan al almacén de la memoria, incluso algunos pueden ser hasta predecibles en las acciones. Y no es de extrañar que cuando alguien hace algo fuera de lo común, muchas veces sea increpado, con un “no te reconozco”.


Las versiones de nosotros, que vamos haciendo a lo largo de la vida, no afectan nuestra esencia y seguimos siendo reconocidos por los detalles. Incluso nuestros amigos o seres queridos se enganchan con las características que más les agradan. Esa puede ser la razón, por la que seguimos siendo el niño o la niña de mamá, aun cuando tengamos sesenta años.

Cuando recordamos a los maestros, amigos de la infancia y a los amores de la juventud estamos reconociendo en ellos los aspectos que nos marcaron; bien sea porque nos hicieron dichosos o infelices. Y si tenemos la oportunidad de encontrar a esas personas, los reconoceremos a partir de esas claves que nos dio el tiempo compartido.

               

Pero, ¿Qué sucede cuando enfoco el reconocimiento en mí? ¿Qué claves tengo para decir, “esa persona soy yo”? ¿Qué mantengo intacto, aun cuando mi aspecto físico y mi forma de ser han cambiado? 

Reflexiono sobre mi yo interior en evolución. En la dialéctica de la vida; en lo constante y lo cambiante, en los aciertos y desaciertos, en lo que me ha llevado a este aquí y ahora. A reconocerme, en cada una de mis facetas. Soy yo: Yo madre o padre, yo hija/o, yo hermana/o, yo esposa/o, yo amiga/o, ¡yo, yo y sólo yo!


Pienso, también en aquellos que son reconocidos por sus afectos cercanos, pero que han perdido la facultad de reconocerse ante un espejo y su mirada vacía, no da respuesta a la pregunta "¿Quién soy?" porque sencillamente no está planteada y no da la oportunidad de reconocer. 

Escrito por Josefina Ávila (Chepina)



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